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miércoles, 31 de julio de 2013

Otra portada miserable

Ni puñeteras ganas de buscarle la vuelta irónico-sandunguera, como hacía en La Trama o Diestralandia. Esta vez no sirven el humor ni la retranca. La portada de ABC de hoy es miserable. Intencionadamente miserable, además. Le falta a la imagen —aunque es fácil imaginarla— una diana sobre la cabeza del maquinista del Alvia. Eran estos mismos tipejos los que nos daban lecciones sobre el periodismo de señalamiento. Lo suyo no llega siquiera a eso. De señalamiento, de linchamiento sádico, de cacería caprichosa, sí. Pero periodismo, ni del más devaluado, ni del más chichipocero. Pura mierda maquetada y tirada a cuatricromía. ¿Con qué propósito? Vayamos a eso.

La respuesta fácil es que el boletín oficioso del gobierno del PP (en concurrencia y dura competencia con otros papelajos) sale con todo a proteger a quienes lo alpistan. No sería ese un objetivo edificante, pero sí entendible en estos tiempos de kiosco de banderías enfrentadas que se pasan la verdad entre las ingles. Habría una docena de maneras de cumplir esa misión al servicio del señorito sin necesidad de caer en la ruindad de cebarse cruelmente con una persona a la que no hay código penal capaz de imponerle un castigo más duro que el que le reserva su propia conciencia. Sin embargo, la cabecera madrileña de Vocento —qué poco se menciona este dato— opta por la saña disparada a granel sobre la víscera. Se erige en juez de la horca y se pone al frente de una lapidación tan inmisericorde como nauseabunda.

Claro que si hay que decirlo todo, habrá que anotar también que este tipo de comportamientos rastreros se dan en buena medida gracias al consentimiento de muchísimos de los que hoy mismo echarán pestes sobre la portada. Bieito Rubido, autor intelectualoso y material de esta deposición hedionda, tertuliea tan ricamente (en varias acepciones del adverbio) igual en telefacha que en teleprogre. Él y otros individuos que tal bailan siempre encuentran, además de unos miles de dedos que sintonizan el canal en cuestión, uno o varios presuntos adversarios dialécticos. Por el bien del debate, porque hay que plantar cara a su discurso, por la pluralidad, porque hay que ir hasta al infierno, porque, porque, porque... entre bomberos no se estila pisarse la manguera y uno del gremio, coño, es uno del gremio. Aunque practique el matonismo en primera plana.

domingo, 28 de julio de 2013

Cacerías

Supongo que me lo he ganado a pulso. Solo a mi se me ocurre dedicar la última columna antes de las vacaciones a un asunto de esos en los que es mejor no llevar la contraria a los poseedores de la verdad. ¿A uno he dicho? En realidad eran dos los charcos que pisaba en el mismo puñado de líneas, y ambos, hay que ser bruto, lejanos a la ortodoxia. Por un lado estaba el cenagal de los tratamientos de fertilidad y por otro, el despeñadero de los linchamientos a según quién, que es por donde enfilaré este apunte aclaratorio. Sobre lo primero, aún tengo unas cuantas ideas que poner a enfriar...

No me gustan las lapidaciones. Ni siquiera las dialécticas. Me da igual que la víctima sea Ada Colau, el maquinista del Alvia o una ministra del PP. Sí, aunque no sienta por ella la menor simpatía, aunque esté convencido de que es una calamidad, aunque me provoquen vergüenza ajena sus decisiones y sus declaraciones. Llego a entender la crítica mordaz, la carga de profundidad, incluso una rociada verbal de racimo acorde a cargo, nulidad y sueldo. Hay testigos de que me he sumado en más de un caso a prácticas como esas. Pero me detengo en cuanto empiezo a percibir ojos inyectados en sangre y competiciones por ver quién es el más despiadado. Ahí pierde sentido el objetivo inicial. El fondo se va al carajo en beneficio de las formas... de las malas formas, las que no distinguen arre de so, las que bendicen insultos machistas, sobradas basadas en el aspecto físico o cualquier garrulez de las que en otras circunstancias nos harían saltar al cuello de quienes las profieren.

Hace un par de días, Iñigo Sáenz de Ugarte clamaba en eldiario.es con toda la razón del mundo contra las tundas mediáticas. Comparto la reflexión de la cruz a la raya, pero no serviría de nada que lo hiciera si en la misma frase —esta— no añadiera que la validez de esa denuncia está sujeta a su universalidad. No caben excepciones por afinidades. También cuando las cacerías son sobre quienes nos caen antipáticos deberíamos pedir templanza y, desde luego, bajarnos en marcha de la cuadrilla de acollejamiento. Es una cuestión ética o deontólogica, por descontado, pero como ya sé que eso se la trae al pairo a más de quince, anoto que también hay un propósito pragmático. Hay quien desea y celebra que cualquier materia de debate se reduzca a refriega en territorio embarrado porque ahí están seguros, como poco, de empatar. Y suelen ganar porque a fuerza de amos y años de entrenamiento, son expertos en juego sucio. Su gran logro de un tiempo a esta parte es haber conseguido tener enfrente a unos tipos tan cerriles como ellos. ¿Una prueba? El modelo de tertulia de la TDT se ha extendido a los canales convencionales. Lo de menos es el qué. Gana quien más grita, quien más insulta, quien más manipula, quien más pico demuestra. Pensemos por un minuto si esa es la defensa más adecuada de nuestros argumentos.

Me sé excepción y hasta bicho raro. Sigo creyendo en lo que digo y escribo, sin perder jamás de vista que puedo estar equivocado o que lo que postulo tiene opciones de ser solo una parte infinitesimal de la verdad. En cualquier caso, y aunque también voy al límite con los adjetivos de punta, no me sale de las narices ir por sistema a la tibia del contrario. Por mucho que se llame Ana Mato.

La otra cuestión, la de los tratamientos de fertilidad, la dejamos para el siguiente apunte.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Señoría Coscubiela

No tenía ni mal concepto ni malas referencias de Joan Coscubiela. Más allá del vicio compartido con otras señorías de tirarse por el tobogán demagógico y sobreactuar ante los focos, encontraba muy sensatas algunas de las cosas que decía. Lo contaba, de hecho, entre las tres docenas de diputados y diputadas del Congreso que, siglas aparte, siento que me representan. Ya no.

¿Porque me ha llamado inquisidor y español, dejando entrever que para él uno y otro término son equivalentes en carga despectiva? Qué va. Eso solo me ha provocado cierta sorpresa. No esperaba semejante atención ni en ese tono de un político electo, sin más. La decepción venía de un tuit anterior que copio y pego manteniendo ortografía y gramática:
“Con pesar le he dicho a periodista joven: "Que duro, estudiar Ciencias de la Información para que Jefe te envíe a preguntar sobre gintónics"
Cuántas cosas pueden llegar a revelar unos pocos caracteres. Anoto, en primer lugar, la condescendencia innecesaria. Parece que estuviera perdonándole la vida a quien le formuló la molesta pregunta sobre sus privilegios. Y luego, la alusión al supuesto encargo del jefe para que le buscara las cosquillas. Tal vez a alguien que come de la disciplina de partido, es decir, de la sumisión perruna a una ejecutiva que le marca el carril, le pueda parecer extraño que los periodistas —jóvenes, veteranos o de mediana edad— hagan preguntas por iniciativa propia. Pero a veces es así, excelencia Joan. No niego que hay ocasiones en que los plumillas actúan en comisión de servicio o preguntan por persona interpuesta, pero en el caso que nos ocupa no había ninguna necesidad. Hasta el más novel de los reporteros destacados en el domicilio putativo de la soberanía popular tenía claro ayer que había que interpelar a los culiparlantes por los precios de la cafetería. Mal que le pese al escañista de la Izquierda (ejem) Plural (ejem, ejem), era el asunto del día.

Y ahí llegamos a otro aspecto altamente ilustrativo. Que Coscubiela no sea capaz de ver que la cuestión del pimple con descuento había pasado en la calle de anécdota a categoría —algo he escrito sobre ello— confirma las sospechas y las denuncias: hay políticos que viven en otro mundo, en ese mundo donde no hay que llevarse la mano al bolsillo para casi nada. Ayer en los bares de precio normal, en los ascensores, en las máquinas de café y en las colas del paro el gran tema de conversación de los sufridos plebeyos eran las tarifas del bebercio en la cantina de la (mal) llamada cámara baja. Después, en esos ratos de autoflagelo postizo, saldrá con la cantinela de la desconexión entre la ciudadanía y los pisamoquetas, no te jode. Sí, pisamoquetas, aguerrido portavoz de sí mismo: usted ha dejado muy claro que es uno de ellos.

Añado, eso sí, que se trata de un pisamoquetas con cierto nivel de consentimiento. Imagine que en lugar de su menda, con el pedidrí impoluto de progrerío que gasta, el tuit melonudo hubiera sido obra, pongamos, de Toni Cantó, González Pons u otro de los bocabuzones habituales de allende la línea imaginaria. Trending Topic instantáneo, hostias como panes y noticia más vista en todos los pregonaderos ortopensantes. Pero, como es buen chico y de los nuestros, la cosa le salió, como los gintonics de marras, a precio de ganga. Algún que otro coscorrón que, cual fue mi caso, no se privó de devolver multiplicado. La única duda que me queda es si en su hit parade insultador va antes lo de inquisidor o lo de español.

domingo, 19 de mayo de 2013

No es Photoshop


Como lo estáis leyendo. La imagen que preside este apunte no es producto del Photoshop ni de ningún otro programa que haga lo mismo. Es una captura a pelo de la página correspondiente de ABC en la plataforma Kioskoymas. Hora de captura: cuatro y media de la mañana, no pienso daros explicaciones de qué hacía a esas horas despierto, ejem. Si vais ahora —ojo, que es de pago—, encontraréis una versión diferente. Y lo mismo, imagino, en la mayoría de las versiones en papel.

Hago esta aclaración tan tonta ante los no poco incrédulos que tras ver la pieza en Twitter, donde se ha difundido un porrón, daban por hecho que se trataba de una manipulación a mala leche para dejar por los suelos al vetusto diario. En algunos casos, la duda era producto del estupor ante el tamaño del dislate: con el pedazo de ridículo cosechado por El Sueño de Morfeo, parecía imposible que alguien se viniera tan arriba. En otros, sin embargo, se denunciaba con cerrilidad y hasta chulería el supuesto montaje. Bodoques, más que bodoques.

La explicación es la más simple de todas, aunque no deja libre del bochorno al autor del aleluya ni al medio que lo publica. Obviamente, el texto estaba enviado antes de que tuviera lugar la (penosa) actuación y, desde luego, de conocer la paupérrima puntuación cosechada. No es infrecuente en el periodismo tener que meterse a Nostradamus porque el evento del que hay que informar raya la hora del cierre de edición. Pero en esos casos, uno se pone lo más aséptico y segurolas que las circunstancias lo permitan. Pegarse un piscinazo de la talla del que nos ocupa es garantía de acabar quedando a la altura del betún. Y más, cuando todo hacía indicar que el bofetón iba a ser de categoría. No me gustaría estar ahora mismo en la piel del cronista-pitoniso, francamente.

lunes, 22 de abril de 2013

La decisión de Manolo Saco


Me entero con retraso de que Manolo Saco, ante cuya pluma hago la ola y aplaudo con las orejas incluso cuando no coincido en lo que dice, ha abandonado su colaboración en Eldiario.es. Con una elegancia que yo no sería capaz de empatarle, se despide de su puño y letra de los lectores en el último comentario a la entrada de su blog que provocó la decisión de marcharse con la integridad a otra parte. Qué atrevimiento el suyo, no bailarle el agua rodilla en tierra a Chávez, uno de los iconos intocables de una parte no pequeña de la parroquia que frecuenta el medio donde firmaba Manolo. Le cayó —era de cajón— la del pulpo y él, en lugar de liarse a salivazos con los que le ponían de facha cabrón para arriba, prefirió hacerse a un lado sin montar dramas: “Los lectores tenéis derecho a no correr el riesgo de sobresaltaros cada mañana, pensando que un francotirador os podría estar atacando con fuego amigo”.

Habrá quien diga que vaya poco fuste, que cuando uno se dedica a espolvorear opiniones debe estar dispuesto a ser hostiado con razón o sin ella y que si no aguanta que le unten el morro, mejor que se dedique a criar chinchillas. Obviamente, no tienen ni puta idea de quién es Saco ni de las veces que le han puesto las costillas al rojo sin que él dejara escapar medio quejido. Esto no va de bravucones supermachos. Sin estar en su piel, aunque sintiéndome muy cerca, puedo intuir que simplemente se ha hartado de darse de cabezazos con un muro. La cosa, creo, tiene que ver con lo que os contaba en la entrada sobre mi eterna confusión: hay lectores de boina atornillada que si no reciben el pienso exactamente a su gusto se lían a trompadas con el autor. No hablo de la sanísima discrepancia, de los que manifiestan —incluso con lenguaje contundente pero nunca entrando al tobillo— su desacuerdo y aportan sus razones. Esos y esas que te dicen lo que piensan sin pelos en la lengua apoyados en la confianza crítica son una bendición para los que decimos sinceramente y no como fórmula que estamos dispuestos a aprender... y a reconocer nuestros posibles errores. Los otros, los que, amparados en el cobarde anonimato, vienen a cagarse en tu padre son un puñetero cáncer.

En el caso de Manolo Saco hay, sin embargo, un matiz importante. Si normalmente puedes reservar el derecho de admisión para sacarte de encima a la talibanada, en Eldiario.es buena parte de los comentaristas son socios, es decir, sueltan sus euritos, dando lugar a esa máxima perversa del capitalismo consumista: el que paga manda. Teniendo en cuenta el tipo de medio del que estamos hablando y sus presupuestos ideológicos, no deja de ser desazonador que algunos de los que han pasado por caja estén convencidos a pies juntillas de que su cuota incluye el derecho a escupir a los autores que no les hagan cucamonas. Lo jodido es que si los que cotizan te piden genuflexiones contradictorias entre sí y tú tratas de complacerlos, acabas hecho un ocho. Por no hablar de lo gracioso que es que los que te reclaman una independencia cuasi heroica se enfurruñen si no tecleas a su dictado.

Hay una incómoda reflexión final. Se ha hecho ley de las redes sociales no alimentar a los trols. Esto se entiende normalmente como vencer la tentación de entrar al cebo venenoso que te dejan en sus deposiciones. Pero yo amplío el concepto. No alimentar a los trols también es directamente no proveerles de saque de sus potitos favoritos. Si los columnistas no salieran a buscar el aplauso y los medios no fueran a por el click de aluvión, tal vez otro gallo nos cantaría. Ya dije, y cada vez estoy más convencido de ello, que igual que hay una caverna, le están creciendo peligrosamente los dientes a algo que si no es una contracaverna, se le parece mucho. ¿Quién gana en el río revuelto, en el campo embarrado? Lo sospecho, pero estoy aun más seguro de que entre los que pierden figuran aquellos que, equivocándose o no en sus opiniones, tratan de exponerlas honestamente. Saco es uno de ellos. Hacedme el favor de decirme dónde podré seguir leyéndole.

lunes, 8 de abril de 2013

La potentada Barkos y el emporio Euskalerria Irratia


¡Extra, extra! ¡Supernotición del megacopón! ¡Piazo exclusivaza que no se la salta Sergei Bubka! Que cuenta el Diario de Navarra —sí el del gran don Raimundo García, alias Garcilaso, que en gloria requeté esté— que Uxue Barkos, además de peligrosa provasca, es una prevaricadora del carajo de la vela. ¿Otra que ha pillado dietas triples de la Can? ¡Ca, muchisímo peor, o sea, pior! ¿No te fastidia que a su señoría abertzalizante se le ocurrió pedir al tesoro español (¡es-pa-ñol!) un óbolo para el emporio comunicativo que atiende por Euskalerria Irratia? ¡Siendo ella misma, chúpate esa, accionista de ese garito que viene a ser —todos lo sabemos— la versión foral de Murdoch Corporation, que no hay más que ver sus micrófonos de oro y los sueldos megamillonarios que cobran sus piadores!

Y ahora en serio o así. Tiene toneladas de bemoles que el papel que se ha puesto de perfil en todo el mondongo del Canicidio salga ahora con estas y que, para más inri, lo haga en una portada a todo trapo. Por fortuna, creo que ya no cuela. Hasta al lector más hooligan de DDN le dan los magines para saber que, por desgracia, ser accionista de la eternamente puteada Euskalerria Irratia es mucho más un acto de altruismo sin esperanza de retorno económico que una inversión. Pretender sacarle punta a esa bola de billar es un autorretrato a tamaño natural de quien lo hace. Y una pésima práctica periodística. ¡Con la de cátedros de la uni guay que ejercen en el medio!