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martes, 30 de julio de 2013

Hasta dónde contar

Nadie ha sabido explicarme ni yo he sido capaz de descubrir qué meridiano separa el interés humano del morbo zafio y ramplón. ¿Dónde acaba lo que es razonable querer conocer y dónde comienza la curiosidad malsana, el cotilleo indecente, la invasión procaz de la intimidad ajena? Nombre (¿Con uno, dos apellidos? ¿Oculto tras unas iniciales?), edad, profesión, procedencia (¿Siempre?)... A primera vista, es lo obvio, lo básico, lo imprescindible. Con menos no dices nada, y aun así ya habría quien podría porfiar que has dicho más de la cuenta. Seguir avanzando es, con alta probabilidad, transitar por donde no se tiene permiso: qué le había traído al lugar que le hizo dejar de ser anónimo o anónima, quién lo (la) acompañaba, quién lo (la) esperaba, de quién se había despedido. Y su aspecto, claro, que vivimos en la era de la imagen. Hoy, además, eso es muy fácil porque cuando no sospechamos que algún día hablarán de nosotros (y no por algo bueno), vamos dejando pelos, señales... y por supuesto, fotografías que llegarán a muchísimos más ojos de los inicialmente previstos. Sin respeto ni miramientos por el contexto. Al contrario, aprovechando la carga dramática de las paradojas. Alguien mira al objetivo con una sonrisa luminosa que desborda vida y justamente esa instantánea es la que ilustra la noticia de su muerte. Un millón, dos, tres... de congéneres que jamás reparamos en su existencia (y viceversa) adquirimos noción de ella cuando ya es pasado. ¿Con qué derecho?

Eso es, precisamente, lo que decía que aún no he averiguado. Ni en mi condición del que lo cuenta porque tal es mi oficio, ni en mi circunstancia de quien lee, escucha o mira desde el otro lado. Eso hace que me sienta incómodo, igual cuando soy el narrador que cuando formo parte del público. Mi único consuelo, que en realidad es una tosca autojustificación, se reduce a pensar que no seré el único a quien le ocurra. Aunque cada vez me cuesta más creerlo.

domingo, 21 de abril de 2013

Contertulio Vizcaíno


¿Contertulio de un programa de televisión? Ni se me había pasado por la cabeza. Menos, desde mi última experiencia, hace como nueve años, cuando me invitaron al recién nacido Pásalo y me tocó pontificar sobre... ¡dietas milagro! No volvieron a llamarme y yo lo agradecí en el alma. De antes y después de aquello guardo en mi videoteca prohibida una notable retahíla de ridículos espantosos con las cámaras como testigos: una entrevista que me hizo Sobera en la que realicé todo tipo de contorsiones, un gag de Sorginen Laratza en que Lapitz y yo acabamos bailando a los sones del Cocidito madrileño con Alkain y Klaudio Landa y, fuera de concurso, el estropicio que le hice a la preciosa canción de Txomin Artola Txakurraren partia en el especial Nochebuena de ETB-1 de 2008. El solo recuerdo me vuelve la piel como la grana.

Ese currículum vergonzante, convenientemente envuelto en mi falta de tiempo, me había llevado a rechazar casi todas las propuestas de someterme a los focos que he recibido. Alguna entrevista corta, dos frases para una campaña en la que me sintiera identificado, promos de los programas de radio o, incluso, el spot a favor del Bono Kultura, pase. Más allá de ahí, y aun perteneciendo a la abundante especie de los que les cuesta mucho decir 'no' a quien parece necesitarte, he sido capaz de cerrarme en banda. ¿Por qué esta vez salió de mi boca un 'sí', tras sendas leves consultas —por este orden— a mi señora directora y a mi señora a secas y tomarme unos días de reflexión sin gota de insomnio? Si algún día me pongo en manos de un psicoanalista, se lo preguntaré. Entretanto, hago terapia de grupo con vosotras y vosotros, es decir, con quienes hayáis llegado hasta aquí a pesar de haber comprobado que estas líneas van —de ahí la etiqueta— sobre mi ombligo.

Siendo sincero, creo que el primer empujón fue una cuestión que roza el egoísmo: pensé que le vendría bien como escaparate a mi programa, a Onda Vasca y al Grupo Noticias. Después de tres años de veto infame —había excomunión para quien nos citara en la Txorilandia de Surio & Co—, volvemos a existir para EITB, que es nuestra casa y, en el caso de muchísimos de los temporalmente apestados, el lugar en que dejamos sangre, sudor, lágrimas y donde fuimos inmensamente felices; algo de lo que llegó a ser la radio televisión pública vasca, de lo que sigue siendo, tiene que ver con nosotros.

El otro motivo para dar el paso, y no poco importante, fue la posibilidad de participar, aunque fuera en cuota infinitesimal, en algo que se creaba de cero, con vocación de pluralidad y un planteamiento de partida sin concesiones a la frivolidad, al gallinero ni a la todología profesional. Tras la primera semana completa de emisión de ETB Hoy, es probable que quepan mil y un apuntes críticos, pero entre ellos no se cuenta el que se haya caído en la parrapla o el chou acostumbrado en espacios con los que aparentemente comparte formato. Y tampoco, subráyese con fosforito, en el balanceo ideológico o partidista hacia aquí o hacia acullá: baste citar a modo de ejemplo, que en mi segunda presencia, la del viernes, compartí mesa con Eva Domaika (Cadena Ser), Fermín Munarriz (Gara) y María Luisa García Franco (¡¡¡La Razón!!!) Pese a las aristas de los asuntos con los que lidiamos, todo fue como la seda, conste en acta.

Voy frenando, que este ya es el quinto párrafo y mi intención no iba más de contaros que he hecho algo que no entraba en mis cálculos y que estoy razonablemente satisfecho de que haya sido así.