Dadme un punto de apoyo y moveré el
mundo. Me basta, en realidad, con una percha, una excusa, una
coartada para vencer la modorra infinita y tratar de sacar de su
catatonia este blog. Mira que lo he tenido veces en la cabeza e
incluso en la punta de los dedos, pero el empujón final no ha
llegado hasta que terminé de leer Limónov de Emmanuel Carrère.
Culpa de El Jukebox, me apresuro a piar. Fue él quien me tendió
desde un tuit la manzana del pecado. Y allá que me tiré en plancha
sobre mi librería favorita de internet —que obviamente no es la Fnac— a agenciarme la pieza. 15 euros del ala, me sigue pareciendo
un robo para un libro digital que en papel cuesta cuatro más. Pero
bueno, por ahí ponen copazos más caros que no duran lo que me
duraron a mi estas nutritivas cuatrocientas páginas.
Todas esas: cuatrocientas, leídas en
sorbos cortos pero intensos. Nada de ir a la carrera a ver lo que
pasa en el próximo capítulo y llegar al final con la sensación de
la eyaculación precoz. Hay que paladear cada línea (yo lo hice así;
cada cual que se avíe como quiera) no exactamente porque Carrère
sea un estilista del copón o porque deje huecos entre las líneas
para ir rellenando; de hecho, diría que o él o el traductor pecan a
veces de desidia... salvo que sea buscada a propósito. Mi
premiosidad fue, supongo, cosa de las causas y azares de mi propia
vida. Llevaba un tiempo despachando bestsellers y clásicos ya
manoseados, tarea que hacía al galope y sin aplicarme. Sin embargo,
con Limónov tuve que bajar las revoluciones.
Renuncio a contar de qué va, que para
eso están las sinopsis y las recensiones que hay a patadas por ahí.
Anoto, a cambio, la gran paradoja: siendo técnicamente una
biografía, lo que menos huella ha dejado en mi ha sido el personaje
biografiado. Me deja frío el tal Eduard Limónov. No le encuentro la
gracia ni como escritor maldito ni como político extravagante ni
como nada. Y no será porque el autor, que tiene que justificarse
necesariamente, no se esfuerza por cantarnos sus excelencias por
encima de sus miserias. Los enfants terribles no son lo mío, y menos
cuando ese titulo lo reciben con sello oficial, como es el caso.
Desprecio, pues, el bistec y me quedo
con la guarnición. Ahí sí que me chupo los dedos, porque Carrère
habla de épocas y ambientes que me resultan fascinantes. En algunos
casos, por totalmente desconocidos; en otros, porque me sonaban de
algo pero me faltaban datos u opiniones más documentadas.
Stalinismo, post-stalinismo, breznevismo, ¿gorvachovismo?... y todo
lo que vino después y sigue viniendo, que aquello va para largo.
Contado, además, de un modo que nada tiene que ver con los titulares
o las crónicas de costumbre. Si fuera una página de Facebook, de
cabeza al “me gusta”.
Pero no solo es eso. También está el
exilio ruso en los USA y los círculos intelectuales o así la France, que se nos describen (o se nos
descubren) como criaderos intensivos de papanatas. Ahí me detengo: papanatas y
cretinos muy parecidos a los nuestros, a los de la caverna y la
contracaverna, vividores del cuento de ser de derechas o de
izquierdas, eternamente enfrentados sin saber que son como gotas de
agua perfectamente intercambiables.
¿Más? No, que rozaría el espoiler o
la desfiguración definitiva de una obra que probablemente no sea ni
medio similar a lo que a mi me ha parecido.
Descubrí este blog hace unos meses. Reconozco que me lo merendé de una sentada; me sentí muy identificada con muchas cosas, con otras no tanto... en resumen, me quedé con la sensación de haber descubierto un lugar muy interesante al que había llegado tarde. Me alegro mucho de encontrármelo en marcha de nuevo.
ResponderEliminarHola. Si me permites el autobombo, en enero del año pasado publiqué en Boquitas Pintadas varios posts sobre "Limonov". Ya sabes que yo también soy muy fan de Carrère. Un abrazo.
ResponderEliminarHe ido a echar un vistazo, Noemi. Todo un tratado. Así, entre nosotros, ¿no es un poco exhibicionista el amigo Carrere? Disfruto leyéndole porque en el fondo soy un cotilla, pero caray... lo cuenta todo de familiares, amigos, conocidos. Como para fiarse....
ResponderEliminarBueno, él dice que escribe novelas, así que siempre podrá afirmar que se lo inventa todo. Yo aluciné con las indiscreciones de "Una novela rusa", que recomiendo vivamente a todo cotilla. Besos.
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