miércoles, 29 de mayo de 2013

Señoría Coscubiela

No tenía ni mal concepto ni malas referencias de Joan Coscubiela. Más allá del vicio compartido con otras señorías de tirarse por el tobogán demagógico y sobreactuar ante los focos, encontraba muy sensatas algunas de las cosas que decía. Lo contaba, de hecho, entre las tres docenas de diputados y diputadas del Congreso que, siglas aparte, siento que me representan. Ya no.

¿Porque me ha llamado inquisidor y español, dejando entrever que para él uno y otro término son equivalentes en carga despectiva? Qué va. Eso solo me ha provocado cierta sorpresa. No esperaba semejante atención ni en ese tono de un político electo, sin más. La decepción venía de un tuit anterior que copio y pego manteniendo ortografía y gramática:
“Con pesar le he dicho a periodista joven: "Que duro, estudiar Ciencias de la Información para que Jefe te envíe a preguntar sobre gintónics"
Cuántas cosas pueden llegar a revelar unos pocos caracteres. Anoto, en primer lugar, la condescendencia innecesaria. Parece que estuviera perdonándole la vida a quien le formuló la molesta pregunta sobre sus privilegios. Y luego, la alusión al supuesto encargo del jefe para que le buscara las cosquillas. Tal vez a alguien que come de la disciplina de partido, es decir, de la sumisión perruna a una ejecutiva que le marca el carril, le pueda parecer extraño que los periodistas —jóvenes, veteranos o de mediana edad— hagan preguntas por iniciativa propia. Pero a veces es así, excelencia Joan. No niego que hay ocasiones en que los plumillas actúan en comisión de servicio o preguntan por persona interpuesta, pero en el caso que nos ocupa no había ninguna necesidad. Hasta el más novel de los reporteros destacados en el domicilio putativo de la soberanía popular tenía claro ayer que había que interpelar a los culiparlantes por los precios de la cafetería. Mal que le pese al escañista de la Izquierda (ejem) Plural (ejem, ejem), era el asunto del día.

Y ahí llegamos a otro aspecto altamente ilustrativo. Que Coscubiela no sea capaz de ver que la cuestión del pimple con descuento había pasado en la calle de anécdota a categoría —algo he escrito sobre ello— confirma las sospechas y las denuncias: hay políticos que viven en otro mundo, en ese mundo donde no hay que llevarse la mano al bolsillo para casi nada. Ayer en los bares de precio normal, en los ascensores, en las máquinas de café y en las colas del paro el gran tema de conversación de los sufridos plebeyos eran las tarifas del bebercio en la cantina de la (mal) llamada cámara baja. Después, en esos ratos de autoflagelo postizo, saldrá con la cantinela de la desconexión entre la ciudadanía y los pisamoquetas, no te jode. Sí, pisamoquetas, aguerrido portavoz de sí mismo: usted ha dejado muy claro que es uno de ellos.

Añado, eso sí, que se trata de un pisamoquetas con cierto nivel de consentimiento. Imagine que en lugar de su menda, con el pedidrí impoluto de progrerío que gasta, el tuit melonudo hubiera sido obra, pongamos, de Toni Cantó, González Pons u otro de los bocabuzones habituales de allende la línea imaginaria. Trending Topic instantáneo, hostias como panes y noticia más vista en todos los pregonaderos ortopensantes. Pero, como es buen chico y de los nuestros, la cosa le salió, como los gintonics de marras, a precio de ganga. Algún que otro coscorrón que, cual fue mi caso, no se privó de devolver multiplicado. La única duda que me queda es si en su hit parade insultador va antes lo de inquisidor o lo de español.

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